Año de la Fe

El Papa Benedicto XVI ha convocado el año de la Fe.

La celebración se abrió el pasado 11 de Octubre, coincidiendo con la celebración de la inauguración del Concilio Vaticano II, y durará hasta el próximo 24 de noviembre de 2013, domingo de Cristo Rey con el que se cierra el año litúrgico.



¿En qué creo?

¿Cómo está mi fe?

¿Qué consecuencias tiene en mi vida ser un hombre o una mujer de fe?


La fe da respuesta a las preguntas trascendentes de la vida: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo? ¿por qué estoy aquí?, ¿para qué estoy aquí?, ¿a dónde voy?, ¿existe algo tras la muerte?

Jesús, el Hijo de Dios nos ha manifestado que Dios nos ha creado por amor, que somos sus hijos. Nos ha manifestado que hemos sido creados para amar en este mundo y así alcanzar la vida eterna, donde gozaremos eternamente del amor infinito de Dios y seremos semejantes a Él. Nos invita a vivir unidos a Dios a través de Él en la Iglesia que celebra los Sacramentos y en una relación personal e íntima que tiene sus momentos más intensos en la oración. Nos pide vivir nuestra fe en el mundo y en la sociedad en la que vivimos y que en ellos y con todos los hombres, que son hijos y hermanos, hagamos realidad el proyecto de Dios, el Reino: la Gran Fraternidad de los Hijos de Dios.

Creer en esto debería cambiar nuestras vidas. Si tuviéramos fe como un grano de mostaza, nuestras obras lo mostrarían, nuestra fe se haría vida. Si yo sé que he sido amado por Dios hasta la muerte, si yo sé que Dios me ha creado gratuitamente por amor para la vida eterna, ¿no debería esto afectar mi vida? Una fe sin obras es una fe superficial, pobre, no asumida, no entendida, quizá lo sea solo de nombre…

La fe requiere una disposición acogedora con el mensaje que Dios nos dirige. Hay que escuchar desde el corazón. Escucha de lo que Dios nos dice, en su Palabra y en los gemidos inefables del Espíritu a través de nuestros hermanos, de lo que nos sucede en la vida diaria, de la naturaleza que nos interpela, de la Iglesia y las celebraciones del misterio de la fe.

Pero esa escucha no debe quedarse como embobada. Es una escucha que llama a una acción, es un amor que busca una correspondencia. Nos convoca a amar a nuestros hermanos, como el mismo Jesús nos amó. A llevarles la buena nueva.

El primer ámbito en el que debemos vivir y cultivar la fe es en la familia. Y después entre los familiares, vecinos, amigos, compañeros…

Durante este año vamos a ir desarrollando un conjunto de acciones y actividades en la parroquia en la línea de estar atentos, a la escucha, interiorizar para preguntarnos por nuestra fe y dinamizarla personalmente, y hacer partícipes a quienes nos rodean y en todos los ámbitos de nuestra vida de ese “tesoro que llevamos dentro como en vasijas de barro”.

Entre las acciones que estamos desarrollando está la de publicar contenidos en web y tener un espacio en las redes sociales. Veréis cómo también esta motivación, como eje transversal empapa nuestras actividades, catequesis, eucaristías, carteles, slogans,…





    
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