Hoy me hospedaré en tu casa



Hemos leído y escuchado tantas veces la historia de Zaqueo…! Y hoy te sugiero la hagas tuya de una manera nueva, visualiza la mirada de Jesús que te mira a los ojos y pronuncia tu nombre: “… hoy quiero hospedarme en tu casa”

Y deja reposar tu corazón en esa mirada y esas palabras


Lucas 17, 11-19

Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Vivía en ella un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle, porque había mucha gente y Zaqueo era de baja estatura. Así que, echando a correr, se adelantó, y para alcanzar a verle se subió a un árbol junto al cual tenía que pasar Jesús.
Al llegar allí, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en tu casa”.
Zaqueo bajó aprisa, y con alegría recibió a Jesús. Al ver esto comenzaron todos a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo, levantándose entonces, dijo al Señor: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido”.






Al Dios que me visita

¡Bendita la hora en que saliste a mi encuentro!
¡Bendito el momento en que me miraste con cariño
y pronunciaste mi nombre: “…, hoy me hospedaré en tu casa”!

La monotonía va invadiendo mi vida,
y el consumo la consume,
me atrae lo que precisamente rechazo
y apenas siento pasión por lo que persigo.

Pero vienes a mi casa Tú,
Señor, Dios de Vida e Ilusiones,
entraste en ella y todo comenzó a cambiar.

En “Zaqueo” hoy me enseñas que hay que:
buscar para que Tú me encuentres
salir para que Tú entres
reconocer mi mentira para acoger tu Verdad
sentirme “pequeño” para que Tú me hagas grande,
saberme “pobre” para que Tú me enriquezcas,
vaciarme para Tú me llenes
sentir el vacío de mis diversiones para que Tú pongas tu alegría
reconocerme egoísta para que Tú me enseñes a compartir
confesar mi pecado para que Tú me “salves”.

Que, como Zaqueo, sienta HOY tu Salvación
y te dé GRACIAS por siempre. Amen







En la tarea 
de ser padres

El pasaje de hoy, la historia de Zaqueo, es un texto que se utiliza en la celebraciones de perdón. Os propongo un cuento de Pedro Pablo Sebastián acerca de la importancia del perdón en la familia.



Quebrant@risas, el rompefamilias

Ya no los aguantaba más, siempre tan felices con su sonrisa de oreja a oreja. Quebrant@risas, el pequeño diablo, había recibido el encargo de que los Sánchez fueran la siguiente familia en perder su alegría. Pobrecillos, ni siquiera sabían lo infelices que iban a ser, porque cuando Quebrant@risas elegía una familia… mal asunto. Nunca fallaba.

- Utilizaré la técnica de los platos rotos- pensó Quebrant@risas - y luego les haré el bebé llorón… Esto va a ser divertidísimo, ji, ji, ji, ji.

Escondido bajo la mesa del comedor, esperó al momento en que papá Sánchez y su hija mayor colocaban una montaña de platos recién lavados. Entonces sacó una patita por cada lado de la mesa y … ¡cataplás! ¡Doble zancadilla! ¡Nuevo récord de platos rotos! ¡Y ahora empieza lo bueno!

Y es que para Quebrant@risas la parte más divertida era la de las discusiones y los gritos. Y aquella fue de las buenas, porque papá Sánchez y su hija aseguraban que alguien les había puesto la zancadilla y mamá Sánchez les gritaba que eran igual de torpes y que se buscaran alguna excusa un poco más original.

- !Fase 2! - dijo Quebrant@risas cuando la bronca perdió interés. Entonces corrió a la habitación del bebé y se puso a gritar y a llorar a pleno pulmón.

- ¡Ya habéis despertado al niño! ¿Lo veis? - escuchó acercarse gritando a mamá Sánchez. Y Quebrant@risas aprovechó para despertar al bebé dándole un pellizco.

Como el bebé no estaba muy despierto, mamá Sánchez no tardó en dormirlo. Y ahí estaba la gracia de la técnica del bebé llorón, que el diablillo podía repetir la jugada muchísimas veces, cambiando el tipo de llanto hasta volver locos a los pobres papás, que terminaban gritándose entre ellos que no sabían dormir a un bebé, o culpando a los hijos mayores por no saber guardar silencio y hacer ruido con las puertas, o cualquier otra cosa…

Quebrant@risas huyó rápido de allí, pues sabía que la cosa se pondría fea. Empezarían a volar insultos y todo tipo de objetos, y desde ese momento cualquier cosa provocaría una pelea. En unos días ya no quedaría nada de los felices Sánchez.

Pero unas semanas después Quebrant@risas recibió un aviso urgente. No solo no había rastro de los Sánchez en el registro de familias rotas, sino que el diablo Mayor lo mandó llamar porque los Sánchez seguían apareciendo entre las familias más felices.

- Tienes una semana. Si no te encargas de ellos… ¡estarás fuera del equipo de rompefamilias!


Los días siguientes Quebrant@risas usó todos sus trucos para intentar destruir la alegría de los Sánchez. Pero por más jugarretas que les hizo, por más discusiones que provocó, no consiguió acabar con aquella familia. Y el diablo Mayor, que no pasaba ni una, lo expulsó del equipo para siempre.

El diablillo quedó entonces solo, sin amigos, sin casa y sin trabajo. Él, que siempre había sido el mejor, no había podido con una simple familia del montón. Pero, después de superar su rabia, como no tenía dónde ir, decidió investigar a los Sánchez para saber cómo lo habían hecho. Igual estaban protegidos por alguna magia, amuleto o extraño secreto...

Algo de eso debía ser, porque Quebrant@risas descubrió que, cada noche, antes de acostarse, los Sánchez sacaban un pequeño cofre, miraban su contenido, y después se daban un abrazo que les devolvía la sonrisa, sin importar lo que hubiera pasado durante el día.

Mucho le costó al diablillo llegar hasta aquel cofre que con tanto cuidado guardaban los Sánchez. La noche en que lo consiguió, a la luz de una pequeña vela, miró en su interior emocionado. Pero no encontró piedras mágicas, ni hechizos, ni amuletos. Sólo una antigua servilleta de papel que los Sánchez habían escrito años atrás, justo después de su primera discusión. En ella se podía leer:

“Perdonar será nuestra forma de amar”.

De esa manera descubrió el diablo Quebrant@risas que el perdón era lo único que necesitaban los Sánchez para protegerse de las maldades del equipo de rompefamilias. Y pensó que sería mucho más bonito ser parte de los Sánchez, capaces de perdonarlo todo, que seguir en el equipo de aquel diablo Mayor que no perdonaba ni una.

Así que, saltándose todas las normas, decidió mostrarse a los Sánchez para confesarles quién era y pedirles perdón por todo lo que les había hecho. Estos estuvieron encantados de perdonarle y darle cobijo, y se quedó con ellos tanto tiempo que el diablillo terminó siendo uno más de la familia. Y lo que más feliz le hacía de pertenecer a aquella familia tan especial era saber que siempre le querrían y que, hiciera lo que hiciera, nunca sería expulsado.









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